lunes, 12 de enero de 2009

JUAN MANUEL RODRIGUEZ OJEDA



Juan Manuel Rodríguez Ojeda

Juan Manuel Rodríguez Ojeda fue el mayordomo, el prioste-vestidor y el diseñador de enseres que, en un momento estelar e irrepetible, necesitaba su Cofradía y es difícil saber cuál de estas tres actividades desempeñó mejor, pues fue insuperable en todas ellas.
Como mayordomo, sin renunciar nunca al “macarenismo” de sus orígenes, que vivió como una exigencia, supo sentar las bases para que su Cofradía de barrio consiguiese equipararse, en grandeza y respeto a las llamadas Cofradías Serias, aquellas establecidas en el centro de la ciudad, ataviadas con túnicas negras ceñidas con cinturones de esparto, sin música en los pasos, llamadas del capataz al martillo y con hermanos mayoritariamente pertenecientes a los estratos medios y medios altos de la sociedad.
Juan Manuel Rodríguez Ojeda echó la vista al “tocado” de la Virgen y creó una fórmula original de vestirla, que alcanzaría también años después su plenitud con Gamero, Pérez Calvo y los hermanos Garduño. Y lo mismo cabe decir de los altares efímeros de culto que, partiendo del famoso túmulo funerario que alzó en memoria del torero joselito, llegarán al paroxismo con José Mena Martagón y Manuel Martínez Suárez.
Pero Rodríguez Ojeda fue mucho, muchísimo más que un mayordomo y un prioste imaginativo y eficaz. Era, por lo tanto, un diseñador de genio. Creó o contribuyó decisivamente a crear con sus bordados el “modelo macareno”, representado luego hasta la saciedad por los talleres de Elena Caro y Carrasquilla, hasta el punto de “macarenizarse” gran parte de los palios y mantos andaluces. No en vano su manto verde de malla, el posterior de tisú y el palio rojo, son considerados hoy como verdaderos prodigios y monumentos de fe en el arte cofradiero. Juan Manuel Rodríguez Ojeda, ahondó además en varios aspectos de la estética de la Semana Santa tomando siempre como punto de referencia a su Cofradía; tal es el caso de la normalización de la “cofradía de capa” y la revolución introducida en la indumentaria de los “armaos”, que, cumpliendo sus deseos, en 1.958, bajo el mando de su capitán, don Antonio Ángel Franco, se convirtieron por su marcialidad y orden en un ejemplo incluso para el cuerpo de nazarenos.




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