jueves, 15 de enero de 2009

Tres grandes escultores del Barroco granadino
Alonso Cano

Alonso Cano nació en Granada un diecinueve de marzo de 1601, siendo bautizado en la iglesia de San Ildefonso. Hijo del artesano manchego Miguel Cano, componían su familia dos hijas y cuatro hijos.
En 1615 la familia se traslada a Sevilla, por haber recibido su padre un importante encargo. Esto fue de vital importancia para su carrera, ya que Sevilla era el centro artístico más importante de la época.
Aunque al principio trabajó en el taller de su padre, pronto se trasladó al de Francisco Pacheco, donde aprende pintura con Velázquez, ambos vivieron y trabajaron juntos en la misma casa durante cuatro meses. De su padre aprendió la profesión de arquitecto y retablero, y al parecer de Martinez Montañés la de escultor. Obtuvo la licencia del gremio de pintores en 1626.
Se casó dos veces. La primera en 1625 con una viuda de aproximadamente su misma edad llamada María de Figueroa, posiblemente hija del arquitecto y escultor Luis de Figueroa. El matrimonio solo duró dos años, pues su mujer muere, al parecer en un parto. En 1631 contrae nuevas nupcias, esta vez con una joven de doce años, María Magdalena de Uceda, sobrina del pintor Juan de Uceda, que tenía a Alonso Cano en buena estima, como se deduce por los encargos que le hizo. Fueron estos años, hasta su marcha a Madrid, en 1638, los más prósperos y felices en su vida.
El motivo de su marcha a Madrid no esta muy claro, Harol E. Wethey niega que la causa fuera un duelo, pensando que se debió su marcha al hecho de que fuera llamado por el valido de Felipe IV, el Conde Duque de Olivares. Permanece en la corte, como pintor y ayudante de cáma­ra de Olivares, hasta 1652, lo que indica su posición de favor en la Corte. aquí continuó su buena relación personal y laboral con Velázquez.
Un trágico suceso truncó la felicidad de Cano, en 1644, su joven esposa muere asesinada, hecho que le fue imputado al artista. Aunque sometido a tortura, fue encontrado inocente. Huyó a Valencia, buscando refugio en un monasterio cartujo decidido a hacerse monje.
En 1652, en la cumbre de su éxito, decidió retirarse a Granada para recibir las órdenes reli­giosas, obteniendo el cargo de racionero de la Catedral, gracias a la intervención de Felipe IV. Los canónigos le asignaron un estudio en el primer piso de la Torre de la Catedral. Allí dedicó su tiem­po como prebendado para completar la decoración de la Capilla Mayor. Sus constantes enfrenta­mientos con los canónigos retrasaron su ordenamiento, llegando incluso a cuestionar su capacidad como pintor. Este deseo de recibir las órdenes religiosas lo consigue en 1657 en Salamanca.
A1 final de su vida logra ser nombrado maestro mayor de la Catedral, aunque gozó poco de ese honor pues murió al poco tiempo.
No fue un hombre muy astuto en cuestiones económicas, pues a pesar de sus muchos tra­bajos endeudó, llegando a ser encarcelado. Su amigo y colaborador Juan del Castillo pagó la fian­za para su liberación.
Lo mismo que Rembrandt, su vida tocó al final con poca gloria. Muere el 3 de septiembre de 1667 en Granada, siendo enterrado, según un deseo, en la cripta de la catedral.

José de Mora

Es el caso de José de Mora (1642-1724), perteneciente a una importante familia de artistas. Dentro del Pleno Barroco, este escultor, cuya producción artística se encuentra fundamentalmente en la ciudad de Granada , no se obstina en mostrarnos en sus imágenes esa teatralidad propia del momento, sino que opta, como decimos, por una estética de lo místico en la que el dolor, perfectamente visible por otra parte, emana al exterior desde el interior mismo de sus imágenes. Así lo lleva a cabo en las esculturas de santos, bastante abudantes, o muy especialmente en las interpretaciones que realiza de Cristo y sobre todo de la Virgen Dolorosa. Hay ejemplos notables de esculturas de busto, como también otras de talla completa. Es el caso de la Virgen de la Soledad, que podéis ver más arriba. Realizada hacia 1671, se encuentra en la bellísima iglesia mudéjar de Santa Ana, junto a las orillas del Darro. En ella se aprecian algunas de las características antes apuntadas. La imagen, arrodillada y con las manos cruzadas sobre el pecho, viste una túnica blanca y un manto negro, dando como resultado un carácter austero y de profundización de los sentimientos cuyo objetivo parece ser el de invitar al fiel a la reflexión.

José Risueño
La técnica cuidadosa de su primera época, se hace luego desenfadada y suelta, de grandes trazos y menudos pliegues. Al principio acusa la influencia de los paños y plegados al modo de Mora, pesados y voluminosos, pero en su última época evolucionará hacia las maneras de Cano, con una técnica más impresionista, pictórica y dibujística.
Define los volúmenes principales con una talla profunda que le da hondos claroscuros. No suele usar amplias zonas lisas, sino que riza los contornos de los pliegues con líneas ondulantes que proporcionan a toda la figura un mayor efecto de nerviosa naturalidad.

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