viernes, 17 de abril de 2009

LA HISTORIA DEL MONAGILLO TRIANERO

Fue un 18 de diciembre de 1673, fiesta dedicada a la Expectación de la Virgen...la Virgen de la Esperanza, esa talla tan famora que desde Triana procesiona acudiendo a la Catedral año tras año y que los trianeros le tienen su particular devoción.

En lo alto del campanario, donde se alza un nido de cigüeñas, a ras del brillo azulejero de la torre de "la abuela" (así se le llama en Triana a la madre de la Virgen, Santa Ana), sonaban a intervalos sonoros repiques de fiesta grande.

Los monaguillos tocaban con fuerza los badajos de las campanas para darle los toques de fiesta que precisaba la solemnidad y lo hacían con complacencia sabiendose admirados desde la plaza...y era corriente que muchos de estos monaguillos se abrazasen a las campanas volteandose con ellas como si fuesen aspas vivas de molinos, por instantes sus menudos cuerpecillos flotaban aleantes en el espacio con solo sus pequeñas manos asidas a las campanas volteando....era una imprudencia que el párroco no podía evitar a los traviesos chicos.


D. Lorenzo Rueda, con muletas y renqueante de artrosis, estaba recien revestido con su casulla sacra y salió a la calle para suspender aquella imprudente acción.
Se acercó a la torre para que le vieran los monagos desde arriba y haciendo con sus manos las veces de bocina les gritó aunque aquellos diablillos que giraban enloquecidos con las campanas ni siquiera le escucharon.....Todo era inutil.
De golpe sucedió algo inevitable.
Uno de los muchachos, Josefe Caspar Vallejo, hijo de Francisco y de Leona María, se desasió del yugo de la campana grande...la sotanilla roja, le tapó el rostro y acornalada por el viento se le infló la sotanilla como un globo.

Al párroco le entró un sudor frío, húmedo y pagajoso.....y como todos contemplaron el descenso acelerado del niño precipitandose al vacío enredado en el rojo y blanco de sus ropas de acólito y le sintieron rebotar sobre el suelo, como una pelota bicolor con tan gran estrépito que el susto paseó sus alas negras d eluto a ras de los corazones suspensos.
Se produjo un alarido fuerte y unánime.....pero el niño se levantño apresurado del suelo arreglandose presuroso las vestiduras talares.
Los curas se acercaron de prisas y lo llevaron en volandas al templo y allá en la sacristía lo examinaron cuidadosamente...no daban c´redito a lo que presenciaban, le hicieron andar y el niño no se resintió de nada.

El prodigio, creyeran o no en lo sobrenatural era patente....cuando volvieron a la nave de la iglesia de Santa Ana (catedral de Triana por ser más antigua que la catedral de Sevilla) pudieron ver que la imagen sedente de la Señora Santa Ana esbozaba un amago de sonrisa....
El niño ileso siguió ejerciando de monago encendiendo cada día las velas de su altar.

Esto consta en los archivos parroquiales.
TEODORO-GALLO

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