sábado, 28 de noviembre de 2009

El balcón de mi mare..


El balcón de mi mare tenía arte.Digo tenía porque ya no es sombra de lo que era antes. Siempre lo tenía llenito de macetas, tanto que hasta sus claveles se enroscaban en el balcón del vecino; por cierto, muy amigos nuestros, aficionados al flamenco como nosotros.Los sábados nos reuníamos unas veces en su casa y otras en la nuestra. Escuchando y cantando flamenco nos daban hasta las tantas sobre tó a mi pare, que solo necesitaba una botella de aguardiente y los nudillos de sus manos pá echarse con el vecino un cante hondo.Durante muchos años en las madrugadas del Jueves Santo, el balcón de mi maré siempre se llenaba de gentes, ni las macetas cabían, mira sino cabria nada que hasta la jaula del canario sobraba.Mis hermanos, y los hijos pequeños del vecino se ponían delante, recuerdo que metían sus caritas por los hierros de los barandales pá poder ver los nazarenos que pasaban por la calle, luego quedaban encallaitos pobrecitos, sus orejas se ponían coloradas como tomates. Nos echábamos en la baranda pá echarles a la virgen pétalos de rosa, siempre pendientes del que se ponía detrás (claro esta). Los demás se subían en sillas de néa pá poder ver algo, y la pobre de mi maré miraba pá bajo diciendo.... ¡Si no se cae hoy el balcón no se cae nunca! madre mía de mi alma el montón de peso que lleva este suelo. El vecino vestido con traje oscuro y con dos copas de aguardiente, esperaba impaciente ver ese paso de palio frente a frente. Una voz ronca rompía hasta el mismísimo aire con ese arte del cante que lleva duende.

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